
Estoy comenzando a paralizarme frente a las cosas que me agradan. También estoy dejando de esperar con ansias que me den un beso de buenas noches. De hecho estoy comenzando a comprender lo que había comprendido una vez y que en algún momento olvidé.
Ya sabes, que la mejor manera de sorprenderme es no esperar nada.
Así que ahora me levanto bastante más temprano de lo habitual para no estar tan cerca de lo único que le brinda balance a mi ego. Me preparo un plato de cereal, enciendo el televisor, me autoflagelo con las imágenes de las porquerías que no me importan, aunque sean importantes, y espero tener el tiempo suficiente para no morirme sin haber comprendido por qué todo no es suficiente.
A él lo tengo amarrado con cadenas. A él no lo quiero volver a ver jamás. Porque me la paso mejor disfrutando la vida que absurdamente desesperado por entenderla.
Estoy trabajando en una historia. Una historia que comienza el último día del fin del mundo. Estoy haciéndolo porque si no la saco de mí terminará de apoderarse de mí dejándome encadenado a mí compartiendo sótano con esa necesidad enfermiza que tengo de querer largarme de todos los que me conocen ahora y que nunca me han conocido tanto como los que me conocen desde siempre.
Y entonces un giro inesperado.
No soy lo que quise ser a los 28 años, no me morí a los 27, tengo 7 mil bolívares en mi cuenta bancaria, Babyshambles será el mejor grupo del mundo las próximas tres semanas y dudo que algún día alguien respete realmente cada estupidez de estas que vez aquí y que escribo en automático, por reflejo, como los parpadeos de un chino suicida.
Chiquilla de ojos marrones, de cabello rubio, diminuta, sexy, inteligente, neurótica, para nada tierna, sobre todas las cosas mía.
Espero que estés consciente de que no compartes la cama con ningún príncipe azul. De que te doy lo mejor que puedo y de que me atormenta que nunca sea suficiente.
Espero que nunca me abraces y me digas que ya no tienes nada que decirme.
Porque a mí nunca se me acabarán las palabras que van para ti y no para las historias que no me atrevo a concluir.
Desvarío.
Otra vuelta de tuerca.
¿Y si algo tuviera sentido?
Pues se llamaría exactamente como tú.
Y me regalaría una canción en nuestro aniversario.
Voy a quemar la historia que llevo rato tratando de escribir.
No va a ningún lado.
A ningún lado dónde estés tú.